martes, 24 de octubre de 2006

Learning from Laura

Pasado viernes hacia las siete y media de la tarde. Miroslav, ejerciendo de tío, llega a recoger a su sobrinita de 9 años al Conservatorio. La princesita, tras hacerse esperar, se acomoda, segura y majestuosa, en el asiento trasero del coche. ¿Viste al chico que ha salido corriendo justo antes que yo? Pregunta. No me di cuenta, ¿por qué? Se llama Iñaki y me gusta, me informa con suficiencia. Ahhhh, ¿es un compañero del Conservatorio? Sí, está en la misma clase que yo, pero él es nuevo.

Laura –por supuesto- ya es mayor. El renacuajillo que ha salido corriendo antes que ella (sí le había visto) es un chico, como ella es una chica. De hecho, alude con frecuencia a esos tiempos remotos en que ella era pequeña y no le gustaban los chicos. Claro, razona, entonces era una niña y ellos eran unos niños. Pero ya es mayor; por lo menos es mayor desde finales del curso pasado (hacia las fechas de su primera comunión) porque por esas fechas tuvo su primer novio, un compañero del cole. Y este verano parece ser que tuvo dos novios más, uno en el cole de vacaciones y otro en Denia.

Pues nada, voy yo e ingenuamente le pregunto si le ha dicho al chico que le gusta. Con tono entre escandalizado y despectivo me contesta que vaya tonterías digo, que no es ella quien debe decir nada. A continuación me explica, con la paciencia que hay que dedicar a un bobito, que es el chico el que debe decirle a la chica que le gusta. Con todos sus novios ha sido así y en este punto hay plena unanimidad de todas las amigas. Además –añade- no tenía que haberte dicho nada, porque tú no puedes entenderlo ya que eres chico.

Para tirarle de la lengua (no quiero que se rompa esa confianza me ha brindado), le digo que eso de que son los chicos quienes han de dar el primer paso ya no es así, que eso era antes pero ya no ... Eso ya lo sé, me dice, era así cuando las únicas que trabajaban eran las chicas. No, al revés, quienes trabajaban eran los chicos, pretendo corregirle. Me refiero a quienes trabajaban en la casa, me aclara con ligera indignación. Ahhhh ... Vale, pero entonces, ahora que ya no es así, las chicas ya pueden “declararse” a los chicos. Silencio; evidentemente la pequeñaja siente que ha caído en una trampa, pero no está dispuesta a aceptar mi conclusión.

¿No será que te da vergüenza? Claro que me da vergüenza, pero no es por eso que no lo hago, porque si quisiera lo haría. Pero, Laura, ¿y si a Iñaki también le gustas pero no se atreve a decirte nada porque también le da vergüenza? Los dos perderéis la posibilidad de divertiros juntos; ¿no te parece que es un poco tonto? Jo, no te voy a decir nada, porque no me entiendes. Y tema zanjado: no soy interlocutor válido, pese a lo cual debí sembrar alguna duda en su cabecita, porque me informó que consultaría la cuestión con sus hermanas mayores y con su mejor amiga.

Todavía hubo unos coletazos residuales, pero ya en plan más abstracto, cuasifilosófico. Ella solita llegó a relacionar la vergüenza y el miedo, en tanto ambos son monstruos que llevamos dentro y nos impiden hacer lo que queremos, incluso las cosas buenas. Pero, aunque parecidos, esos dos monstruos también eran muy diferentes porque la primera es roja y el segundo es blanco. Yo no estaba muy de acuerdo; a mí me parecía que la vergüenza es verde y el miedo es negro. Entonces Laura me explicó que estaba equivocado porque el rojo y el blanco son los colores que adoptaba su cara cuando sentía cada una de las respectivas emociones. Es verdad, le dije, pero eso es porque el monstruo del miedo, al crecer dentro de ti, te chupa el color negro y tu cara se queda blanca; y lo mismo hace la vergüenza que al chuparte el verde te deja la cara roja. Sorpresa: pese a sus aires de suficiencia, parece que la explicación inventada de la complementariedad cromática le impresionó y, al menos, admitió la posibilidad de que yo tuviera razón. Al fin y al cabo (debió pensar sin siquiera ser consciente de que eso era lo que pensaba) le complazco dándole la razón en esta chuminada teórica, y a cambio me deja en paz con mis asuntos reales respecto a Iñaki.

Y uno se queda pensando si será verdad que han cambiado mucho las cosas y en cómo, desde tan pequeñitas, se van perfilando modos de ser, de pensar, de sentir ...

CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

4 comentarios:

  1. Muy tierno ...

    Comentado el Martes, 24 Octubre 2006 23:41

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  2. Las cosas han cambiado, y las chicas se van perfilando distintos modos de ser, de pensar, pero ahi ves, que Laura, sigue esperando que Iñaki se declare...en el fondo sigue sintiendo como venusiana (o venusina?)

    Un beso, tierno como tu relato.

    Comentado Miércoles, 25 Octubre 2006 21:59

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  3. Mi hija ya está entrando en la etapa adolescente, en los teenage, total le queda menos de un mes, y la cuestión es que en lo referente al amor es asombrosamente conservadora, tradicional. Ayer mismo cantaba una canción (del grupo por el que bebe los vientos) donde decía que era rebelde por amar a quien quería. Yo le pregunté si le parecía que amar era ser rebelde, porque entonces apaga y vámonos. O posiblemente en cierto sentido paradógicamente quien ama es rebelde.

    Comentado el Jueves, 26 Octubre 2006 12:39

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  4. Yo a veces me pregunto cuanto es de aprendido en los niños y cuanto traen ya "puesto". Yo también ejerzo de tita con orgullo y mi sobri va por el camino de traerme loca y eso que sólo tiene 3 añitos.
    un beos

    Comentado el Sábado, 28 Octubre 2006 01:14

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