sábado, 31 de julio de 2010

Proteger la Fiesta

Contra la reciente iniciativa legislativa popular de prohibir los toros en Cataluña aprobada este pasado miércoles por el Parlament, se viene esgrimiendo, entre muchos otros argumentos, el de que la abolición de la fiesta es inconstitucional. Ayer mi madre, que como buena española sólo procesa las afirmaciones que coinciden con su posición, me aseguraba que había oído en la tele, por boca de expertos en derecho, que la Constitución protegía explícitamente las corridas. Con la habitual falta de respeto a las reglas de juego, El PP, invocando también la Constitución, anuncia que va a proponer en el Congreso que la fiesta se declare Bien de Interés Cultural, lo que implicaría, dicen, la anulación de la reciente Ley catalana.

En efecto, el engarce constitucional va por ahí. En su artículo 46, nuestra tan diversamente interpretada Constitución establece que "Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio". Si la fiesta de los toros es patrimonio histórico, artístico o cultural, tal como afirma el PP y la propia ministra de Cultura, parece incuestionable que la Ley catalana contraría este precepto y, por lo tanto, es inconstitucional.

Por supuesto, la corridas de toros son una manifestación cultural, en la acepción que la Unesco en 1982 atribuyó a la palabra cultura. Lo malo es que, en sentido amplio, todas las manifestaciones del ser humano son cultura, de modo que ese camino no resulta nada fructífero en términos prácticos. En todo caso, no tengo ningún interés en objetar el carácter cultural de los toros, su alta imbricación con el arte y, desde luego, su profunda significación antropológica y etnográfica a lo largo de la historia de España (incluyendo Cataluña). Todo eso es cierto, así que admito que la fiesta forma parte "del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España".

Pero no basta con que una práctica tradicional sea patrimonio cultural para que la misma sea objeto de protección. El precepto constitucional genérico se ha de concretar a través de Leyes y, en nuestro caso, la ley básica a tales efectos es la 16/1985 de Patrimonio Histórico Español. Lo más llamativo de la misma es que en su definición de lo que es susceptible de integrar el patrimonio histórico se refiere únicamente a bienes materiales (inmuebles y objetos muebles). Sólo en dos artículos, 46 y 47, declara que también son "parte del Patrimonio Histórico Español ... los conocimientos y actividades que son o han sido expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español en sus aspectos materiales, sociales o espirituales". Pero difícilmente cabe suponer que el legislador estuviera pensando en las corridas cuando añade que "se considera que tienen valor etnográfico y gozarán de protección administrativa aquellos conocimientos o actividades que procedan de modelos o técnicas tradicionales utilizados por una determinada comunidad".

La Ley 16/1985, en todo caso, articula la protección constitucional mediante la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC). Es decir, "algo" integrará el patrimonio histórico, artístico y cultural (en términos jurídicos) si cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural. Los toros no han sido declarados BIC luego, en la actualidad, no forman parte del patrimonio ni están amparados por la protección constitucional; justamente por ello, Rajoy propone declararlos como tales. Ahora bien, no he encontrado ningún BIC "inmaterial" en la relación estatal ya que todos los bienes que se protegen son materiales (sean muebles o inmuebles), aunque algunos lo sean por su significación etnográfica. Sí ocurre que, muy recientemente, las Comunidades Autónomas están planteando la declaración de Bienes de Interés Cultural Inmateriales, como la Solemnidad del Corpus Christi valenciana (Decreto del 28 de mayo último del Consell) o la Tradición del Pilar, como quiere el Ayuntamiento zaragozano.

Esto de los BIC inmateriales es la transposición a nuestra legislación de un nuevo enfoque sobre el patrimonio cultural que viene consolidándose en los últimos años. En la trigésimo segunda reunión de la UNESCO celebrada en París a finales de 2003 se aprobó la llamada Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y se definió éste como "los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana".

A la vista de este texto, es fácil convenir que la fiesta de los toros encaja en la definición. Sin embargo, como cautela para evitar que cualquier manifestación cultural pueda ser objeto de protección, la UNESCO añade que "se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible". En el fondo, lo que quiere proteger la UNESCO son aquellas actividades humanas que consideramos dignas de mantener, desde la óptica de nuestros valores actuales. No basta con que un "bien inmaterial" sea una manifestación cultural de incuestionable relevancia etnográfica sino que, además, debe considerarse compatible con nuestra visión ética. Si no es así, no debe protegerse la práctica de esa actividad, bastando, en todo caso, con proteger los bienes materiales que la misma ha producido.

Como era de esperar, la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO contiene sólo manifestaciones que no generan ninguna polémica respecto a la sensibilidad ética contemporánea dominante: el tango argentino y uruguayo, la procesión de la Santa Sangre de Brujas, el carnaval de Oruro boliviano, la fiesta de año nuevo de los qiang chinos, la ópera tibetana, los encajes chipriotas de Lefkara, el baile de la tumba francesa de Cuba, el teatro sánscrito kutiyattamel en la India, el canto a tenore de los pastores sardos, el espacio cultural de la Plaza Jemaa el-Fna de Marrakech, las fiestas mexicanas dedicadas a los muertos ... Así, hasta más de 150 "bienes inmateriales" por todo el mundo, ninguno de los cuales me parece que incorpore (después de un rápido examen) prácticas susceptibles de ser consideradas "maltrato animal". De nuestro país hay seleccionadas cuatro tradiciones (el silbo gomero, los tribunales de regantes del Mediterráneo, el misterio de Elche y la Patum de Berga).

Así pues, en el ámbito internacional, no toda manifestación cultural, por mucho valor etnográfico que tenga, ha de ser objeto de protección, sino que ha de incorporar una valoración positiva en cuanto a la compatibilidad de su práctica con nuestra visión ética. Hay sin duda un alto componente de subjetividad que me lleva a pensar que sería casi imposible que en la actualidad la UNESCO incluyese la fiesta de los toros en su lista. Lo mismo ocurre a escala menor, por ejemplo en una Comunidad Autónoma española. Cuando la Comunidad de Madrid, por ejemplo, incoa expediente para declarar las corridas como un BIC inmaterial (la correspondiente ley madrileña incluye, a diferencia de la nacional, "aquellos bienes inmateriales que conforman la cultura popular, folclore, artes aplicadas y conmemoraciones tradicionales" aunque no la categoría de Hecho Cultural a la que se adscribe la fiesta en la Resolución de la Dirección General de Patrimonio Histórico madrileña) está claramente haciendo una valoración y situándose en una de las posiciones (no hay más que leer el texto de la resolución). Es decir, si la fiesta taurina llega a ser BIC en Madrid, lo será no sólo porque sea una manifestación cultural de altas cualidades artísticos, culturales y demás sino porque además los madrileños entienden que la misma es compatible con sus valores éticos.

Omitiendo las acusaciones de intenciones antiespañolistas (tema que no es objeto de este post), para mí la cuestión clave en el tema de los toros está justamente ahí: en la compatibilidad del "hecho cultural" con la sensibilidad ética social. Y esta cuestión es común tanto a la iniciativa popular que ha dado origen a la prohibición catalana como a las pretensiones peperas de declarar la fiesta como BIC. Si se ha prohibido en Cataluña es (al menos así consta en la justificación de motivos) porque se ha considerado incompatible con los valores éticos. Si se declara BIC en cualquier Comunidad española (dudo muchísimo que en todo el Estado) será, necesariamente, porque se considera compatible con los valores éticos (y me atrevería a decir que no sólo neutramente compatible, sino positiva para fomentar los valores éticos que propiciamos como sociedad). En cualquier caso, se me antoja muy difícil que una iniciativa legislativa como la que amenaza el PP (ya veremos si la concreta) sea capaz de superar en el Congreso un trámite tan exhaustivo como el que ha vivido la iniciativa catalana. Entre tanto, no estaría de más que quienes aseguran que la fiesta taurina goza de protección constitucional fueran algo más rigurosos y prudentes.


Entre dos aguas- Paco de Lucía (Entre dos aguas, 1986)

CATEGORÍA: Política y Sociedad

miércoles, 28 de julio de 2010

No vistas de turquesa

Tampoco calces tacones ni medias de seda ni que refuljan collares. Despacio camina pero no llores y deja que respiren tus senos, como nubes. Pálidas tus yemas, y prontas: afásicas redivivas. Alóngate, yace ingrávida, sólo el talón es asa y asa dulce que gomorresina exuda. Halla el ojo secreto e insufla allí tu alma toda.

No vistas de turquesa más quizá traigas las enaguas violas. Suenen dos golpes secos, los pies desnudos. No habrás de cardar tus rizos ni lacar las uñas. Aromará tu piel a flor de cáñamo. Que el sueño sabio te despierte; respira entonces.

No vistas de turquesa, sobran miedos. Desgarra los párpados, horade el cráneo el arcaduz luminoso, cánula de luz que de tu centro brota. Despójate hasta ser nada y así salir de dentro. Caigan los adjetivos de tu cuerpo y de celeste casi blanco entera te tornas. Desnudas las paredes, incienso inspirando, te miro.

No vistas de turquesa y olvida las ajorcas. Convoca tus sentidos y tu aire, sangre y fuego al zaguán sagrado. Expande ahora el universo, abre las estrellas; palpiten tus labios hasta su holgura máxima. Lleguen pues ya ellos, acólitos fieles, hacedores de solaces. Laxa te quiero.

No vistas de turquesa que ya sabes que es prohibido, ni comas en demasía. Respetarás los ritos del tacto, signos iterados para abrir tu alma. Asoman mis manos a tu cuerpo, se mojan en su aura. Caricias en tu alma, hacia mí te derramas. Vibra el chi.

No vistas de turquesa aunque no hay más colores sino el de la luz blanca. Yazgo también yo, pero ya no somos. Nos bebe el mar eterno, ahogados en su abrazo. No hay tiempo, pero son horas días años. Explotamos una y mil veces, subimos y bajamos, y el final es el principio. Plenitud del vacío, levitamos.

No vistas de turquesa, no esta tarde sin fecha, pues deseo entrañarme en tu sustancia pródiga. Atisbaremos los arcanos arrebatados; disueltos uno solo en muerte tan dulce a ella desafiamos, siendo el saber que ignoramos. Así sea.


Aya 1984- Anna Maria Jopek (Jo&Co, 2008)

CATEGORÍA
: Sexo, erotismo y etcéteras

martes, 27 de julio de 2010

Esclavos blancos

¿Hubo o no "esclavos blancos" en las colonias inglesas de América y en los Estados Unidos anteriores a la Guerra Civil? Gracias a los comentarios de Lansky a mi post del sábado último, merodeando en la red, me he enterado de que este asunto viene siendo objeto en tiempos recientes de un relativamente enconado debate entre los yanquis.

Pues bien, si la respuesta se atiene a la formalidad legal ha de ser negativa. En los códigos que regulaban la esclavitud en las colonias (e incluso en los promulgados tras la independencia) quedaba bastante claro que los blancos no podían ser esclavos. La regulación de la esclavitud siempre se refería a negros, moros, mulatos o indios, a veces con el añadido de que en sus tierras de origen no fueran cristianos (lo cual no modifica el criterio racial, pues todos los blancos provenían de países cristianos).

Virginia fue la primera colonia inglesa en Norteamérica y la única hasta la llegada en 1620 del Mayflower a Massachusetts y la constitución de Nueva Inglaterra. Durante los primeros setenta u ochenta años de vida colonial, la esclavitud no era muy significativa. Supongo que ello se debía, de un lado, a que Inglaterra se sumó tarde a la trata (hasta el XVII la gran potencia esclavista era Portugal) y, de otro, a que los colonos ingleses podían recurrir a personas en régimen de servidumbre forzada, conocidos como indentured servants, quienes, a cambio del pasaje, estaban obligados a trabajar bajo durísimas condiciones durante periodos que podían llegar hasta los diez años. El número de británicos (y alemanes) que viajaron a las Trece Colonias bajo este régimen fue altísimo (la wiki dice que se estima en 2/3 del total que se asentó allí durante el XVII, lo que me parece exagerado). No todos, ni mucho menos, iban voluntariamente; las necesidades de mano de obra de los colonos, especialmente de los virginianos, presionaron en la metrópoli para que se enviara tanto a convictos (a cambio a veces de la condena a muerte) como a cualesquiera que "molestaban" en las muy pobladas ciudades británicas (prostitutas, vagabundos, niños callejeros). Los viajes eran durísimos, similares a los de los esclavos africanos, de modo que la mortalidad era muy alta y luego habían de sufrir un trato que, en la práctica, poco había de diferenciarse del que recibirían los negros. Incluso, según se afirma en un libro de reciente publicación, el master (la persona a la cual estaban indentured) podía "venderlos" a plantadores de Virginia y éstos a su vez a otros.

Pese a que su cruel situación no era en la práctica muy distinta de la de los negros, no creo que ello justifique considerarlos esclavos en sentido estricto. No opina lo mismo Michael Hoffman (que es un historiador revisionista, lo cual genera bastantes sospechas sobre la fiabilidad de sus investigaciones) quien afirma que los indentured servants no fueron sino una minúscula fracción de los blancos que sufrieron en la Norteamérica Colonial tan duro tratamiento y que el resto, hasta uno de cada dos de los que llegaban, era esclavos blancos en toda la acepción de la palabra, ya que estaban obligados a trabajar en tales condiciones de por vida. Añade algo que me interesa porque va en el sentido de las dudas que le planteé a Lansky en los comentarios a mi post anterior: que estas personas se denominaban a sí mismas "esclavos blancos". Lo que pasa es que tesis tan radical como la de Hoffman no la he encontrado (de momento) en ningún otro autor y, además, como ya he dicho, despide un desagradable tufillo ideológico (entre otras cosas, le sirve para "quejarse" de que ya está bien de decir que fueron los "afroamericanos" quienes más sufrieron en la historia de los USA y que habría que zanjar sus pretensiones de reparaciones).

En el plano "jurídico" lo cierto, sin embargo, es que la esclavitud se "legalizó" en las colonias inglesas ya bastante avanzado el siglo XVII. Mayoritariamente se asume que el slave code de Barbados (1661) fue el primer cuerpo normativo con voluntad de regulación integral del fenómeno esclavista (tanto la trata como la posesión) y fue promulgado cuando ya las compañías inglesas llevaban algunos años dedicándose a ese comercio. Hay antecedentes "legales" (en Virginia, Massachusetts y Connecticut), lo que prueba que la esclavitud negra ya se estaba imponiendo, pero el código caribeño se convertiría en la base de los distintos sistemas normativas de las colonias continentales. Y en todos ellos, como ya he dicho, nunca los blancos podían tener la consideración de esclavos.

Cuestión distinta (e interesante) es que, como sostiene Stephan Talty, un periodista metido a historiador, durante el siglo XVIII y hasta la Guerra Civil, algunos blancos fueran raptados y vendidos como esclavos. Pero siempre ocurría bajo el supuesto, aunque fuera falso, de que se trataba de negros, calificándose como "mulatos claros" (light mulattoes), lo cual prueba que, por más que la avidez de los esclavistas fuera grande, éstos tenían claro que habían de legitimarla mediante la raza. De otra parte, Talty, a diferencia de Hoffman, no cree que estos casos fueran numéricamente muy importantes. Por parecidos caminos transita Lawrence Tenzer cuando sostiene que el asunto de los "esclavos blancos" pudo ser una de las causas (olvidada por los historiadores) de la guerra entre el Norte y el Sur. Según este autor, los del norte, sobre todo a partir de la promulgación de la ley sobre esclavos fugitivos, veían con alarma que a su amparo hombres blancos pudieran ser capturados en el norte y "devueltos" al sur, debido a que el color de la piel no era ya suficiente garantía (de nuevo los mulatos claros; sépase que todo hijo de esclava seguía considerándose esclavo). Afirma Tenzer, siempre refiriéndose a los descendientes de negros, que el término "esclavos blancos" aparece en varios textos abolicionistas de la época. Aunque los hechos en que se basa Tenzer son ciertos (como puede comprobarse en esta página de la Harper's Weekly de 30 de enero de 1864), los historiadores no tienen nada claro (más bien opinan lo contrario) que la expresión "esclavos blancos", por más que se usara esporádicamente en algunos escritos abolicionistas, fuera de uso frecuente y mucho menos que hubiera calado en las masas tanto como para convertirse en un factor relevante de la tensión entre el Norte y el Sur.

Hay otro punto que me parece destacable. Los movimientos abolicionistas surgen en los Estados del Norte en la década de los treinta del siglo XIX con el propósito de acabar no ya con la trata sino con el estatus de esclavo y sus campañas se prolongan hasta el final de la Guerra Civil (1865). Para esas fechas, los abolicionistas británicos hacía tiempo que habían ganado la batalla y los activistas victorianos (como Josephine Butler, a quien me referí en mi anterior post) andaban ya manejando la expresión "esclavitud blanca" como sinónimo metafórico de la prostitución. Creo que durante el siglo XVIII ese término no debía ser entendido entre las masas angloparlantes con el significado de esclavitud en su estricto sentido. Si alguna vez (como afirma Hoffman) se denominó esclavos a los blancos en régimen de servidumbre, ya se tenía que haber perdido tal acepción. Igualmente, tampoco las eventuales calificaciones de esclavos blancos de los abolicionistas norteños a los "mulatos claros" (según Tenzer) debieron cuajar en el lenguaje popular (al menos, no en Inglaterra). En otras palabras, cuando se empezó a llamar esclavas blancas a las prostitutas, la expresión debería carecer de referencia a ningún tipo de esclavitud estricta, porque, si no, no habría podido tener éxito la trasposición metafórica. Por eso pienso, a la espera de mayores datos, que el bautismo de la prostitución con estas dos palabras no enlaza con ningún antecedente de esclavitud blanca real, sino que, sus "inventores" las eligieron justamente porque desconocían que hubiese existido. Lo que querían era exacerbar la gravedad de la prostitución asimilándola a otro fenómeno social, cuya vileza había sido ya asumida mayoritariamente (al menos en Inglaterra).


Slave- The Temptations (Puzzle People, 1969)

CATEGORÍA: Política y Sociedad

lunes, 26 de julio de 2010

¿Os parece bella la Bella Otero?

Agustina Iglesias nació en 1868 en el concejo gallego de Valga, hija de madre soltera y pobre. Tenía sólo diez años cuando fue violada brutalmente, lo que la dejó estéril e imagino que condicionaría para siempre su comportamiento sexual (se decía que sabía cómo dar a los hombres lo que querían pero que ella carecía de deseos eróticos). La violación significó también su deshonra y la necesidad de escapar de su pueblo natal. Sus andanzas desde entonces hasta que alcanzó la fama forman parte de una leyenda que ella misma inició inventándose una biografía mítica y abonando así un terreno fértil en el que la imaginación de varios novelistas ha sembrado de aventuras y nombres propios de dudosa verosimilitud y casi imposible verificación (léanse los libros de Pedro Orgambide, Carmen Posadas o Ramón Chao, todos relativamente recientes). En todo caso, lo que parece seguro es que durante esos años trashumantes, desde adolescente, despertó en casi todos los hombres que la conocían unas increíbles ansias lujuriosas, llevándolos a las conductas más extremas por poseerla. Muy pronto tuvo que deducir la chica que esa devoradora atracción que despertaba era el recurso fundamental y tremendamente lucrativo sobre el que basaría su carrera.

Si su cuerpo había de ser su particular mina de oro, le convenía administrarlo con inteligencia, concediendo sus goces a personajes escogidos según criterios de rentabilidad pecuniaria. Es impresionante la lista de hombres ilustres (siempre entre los poderosos de la época) que fueron amantes suyos. Podemos razonablemente dudar de que, como narran los novelistas, Eusebi Güell y su amigo Gaudí disfrutaran de sus encantos en Barcelona (Orgambide describe el atormentado encuentro amoroso del arquitecto y la bella: él, fervientemente religioso, sucumbe a la tentación del pecado sumido en la angustia de la culpa) o de que, en Madrid, un ya anciano duque de Albornoz la presentara en sociedad y, prendado de ella, la solicitara matrimonio (eso cuenta Posadas, aunque no encuentro referencias a ningún ducado de Albornoz entre la nobleza española) o de que en sus primeros días parisinos mantuviese una relación con Gustave Eiffel, ocupado por entonces en la finalización de su famosísima torre para la Exposición Universal. Sin embargo, es bastante más probable, casi seguro, que fue amada por el príncipe Alberto I de Mónaco, el rey de los belgas Leopoldo II (de infausta memoria para los africanos), el que ya era "eterno" Príncipe de Gales y llegó luego a ser por breve tiempo rey de Gran Bretaña, Eduardo VII (Bertie, para la Otero), el káiser Guillermo II (brutal y cruel), el gran Duque Nicolás Nicoláyevich Románov (comandante supremo del ejército ruso), el príncipe Nicolás I de Montenegro (suegro del anterior) ... Casi todos estos regios personajes asistieron a una cena privada en Maxims para celebrar el trigésimo aniversario de la "artista" y, aunque se desconoce si los postres consistieron en una degustación colectiva de esa carne tan deseada, es más que cierto que los regalos de cumpleaños que recibió "Carolina" fueron joyas de valor incalculable. Quedaría por citar, si no somos demasiado escrupulosos en cuanto a la fiabilidad, al joven Alfonso XIII de quien se dice que fue iniciado en las artes amatorias por esta mujer extraordinaria; si así fuera, le tuvo que inocular el gustillo en dosis excesivas, pues sabido es que el abuelo de nuestro actual Borbón padecía unas exageradas inclinaciones eróticas que hoy le habrían merecido la calificación de adicto al sexo.

Cuando se lee sobre esta mujer, uno se maravilla de que los hombres puedan perder la cabeza hasta tal punto por poseer (verbo absolutamente inadecuado y mentiroso) a una mujer concreta. Hasta seis se suicidaron por perder (o no obtener) sus favores; ser amante de la máxima beldad de la belle epoque era uno de los más altos signos de prestigio que todo poderoso ansiaba; las cifras de la fortuna que amasó la Otero gracias a los regalos de sus amantes son tan exorbitadas que se hacen muy difícil de creer (se habla de que llegó a poseer el equivalente a 400 millones de euros actuales, muy cerca de la de la reina Isabel II según Forbes). Pero, en fin, los hechos demuestran tercamente que, en efecto, las apetencias genitales pueden imponérsenos sobre cualquier otra motivación y conducirnos a los comportamientos más insensatos. Aceptado esto, uno supone que una mujer que logra tan espectaculares efectos sobre el colectivo masculino había de ser de una belleza superlativa, avasalladora. Ciertamente así fue considerada en sus tiempos, por encima de todas las demás. Sin embargo, veo las fotos que de ella disponemos y no me parece ninguna beldad, casi diría que más bien al contrario. En internet pueden encontrarse muchísimos retratos de la diva, así que es fácil que cada uno opine. A mí, desde luego, no me gusta su cara de plato con los ojos demasiado separados y una mirada carente de chispa; tampoco su cuerpo, por más que se dijera que tenía las medidas y curvas perfectas, responde mi idea de la voluptuosidad femenina. ¿Tanto han cambiado los gustos? Porque no se trata de que a mí no me parezca guapa (la veo bastante sosita), sino de que era considerada el equivalente de lo que hoy serían las "mujeres más deseadas", que no sólo nos parecen bellas sino, sobre todo, sexys.

De verdad que para mí es un misterio qué le veían a la Bella Otero en su época. Más desconcertante es si comparamos a Carolina con otra colega (y rival) contemporánea, la bailarina del Folies-Bergere, Cléo de Mérode. También ella deseadísima por los poderosos e icono de la belleza. ¡Pero ésta sí es guapa y sexy! Así que no es que las apetencias masculinas hayan cambiado diametralmente en los últimos cien años. ¿Acaso la Otero haría maravillas en la cama, como me sugiere un amigo? Pero eso no explica la magnitud del deseo que despertaba, sobre todo porque éste radica mayoritariamente en quienes no lo han satisfecho; por eso fantaseamos con las mujeres guapas, imaginando gozar de unos atributos que tan bellos nos parecen y que luego no son el ingrediente básico del placer físico (aunque sí del morbo mental). Lo dicho, que no entiendo cómo pudo llegar a existir el magnífico fenómeno de la Bella Otero. Tampoco deberían entenderlo del todo los productores de una miniserie para televisión de 2008 (adaptación de la novela de Carmen Posadas) en la cual el papel de la Otero le tocó a Natalia Verbeke; así cualquiera ...


CATEGORÍA: Personas y personajes

sábado, 24 de julio de 2010

Trata de blancas

En un post reciente usé la expresión "trata de blancas" en su sentido habitual de "tráfico de mujeres para explotarlas sexualmente" y Alicia se preguntó si no sería hora ya de cambiar esa denominación anacrónica. El comentario me hizo pensar sobre el origen de la expresión y a ello he dedicado unos cuantos días (derivando por asuntos paralelos, como siempre me ocurre) sin todavía poder situar con precisión dónde y cuándo se acuñó. Sin estar seguro, me da la impresión, sin embargo, de que el término procede de mediados del XIX y del entorno anglosajón, probablemente de la Inglaterra victoriana. Si es así, corresponde al original inglés "white slavery" (esclavitud sexual) que en castellano se traduce por "trata", que es el término como tradicionalmente se ha conocido el comercio de esclavos.

Es bastante probable que la analogía entre la esclavitud y la situación de las mujeres forzadas a dedicarse a la prostitución empezara a emplearse hacia la década de 1830, cuando en Gran Bretaña se produjo, tanto en la literatura como en el periodismo, tras una ruptura con el romanticismo precedente, un vuelco hacia las miserias de la realidad desde una visión moralista puritana. Es una época también en la que muchas mujeres (siempre de clase alta, claro está) comienzan a asumir papeles protagonistas en diversas campañas públicas que acaban con consecuencias legislativas y políticas. Tal es el caso de Josephine Butler quien, desde inicios de los 60, demostró una intensa preocupación feminista que fue focalizando hacia las mujeres pobres y especialmente a las prostitutas. Alcanzó notoriedad internacional cuando lideró en 1869 una campaña contra las leyes de enfermedades contagiosas, aprobadas en Inglaterra con la finalidad de regular la prostitución y prevenir las enfermedades venéreas. Esta legislación permitía a cualquier policía detener a una prostituta (bastaba con que él sospechara que lo era) a la que se le hacía un examen genital; en caso de estar infectada, era confinada en un hospital de infames condiciones hasta que se curara, durante un tiempo máximo de tres meses que luego fue ampliado a un año.

Esta campaña, que consiguió finamente la derogación de las leyes, despertó apasionadas polémicas en Inglaterra, no sólo por su asunto central, ya bastante agrio, sino también por la irrupción de las mujeres en la vida pública ciudadana, como oradoras en mítines, manifestantes callejeras, firmantes de escritos periodísticos ... No hubo pocos que condenaron escandalizados a esas damas que olvidaban cuál era su sitio y se metían en asuntos ajenos de los que nada sabían (ni tenían por qué saber). Para 1870, en todo caso, la popularidad de Josephine Butler tenía que ser muy alta, así como los apoyos que suscitaba, como lo prueba que Víctor Hugo le escribiera una carta adhiriéndose a sus esfuerzos. Dicha carta es relevante al objeto de este post porque en la misma el novelista francés contrapone la trata de negros y la de blancas, definiendo la situación de la mujer, no sólo de la prostituta, como esclavitud («Traite des nègres: l'esclavage; traite des blanches: le mariage»). Que la expresión aparezca en un texto de Victor Hugo no implica que fuera el inventor sino más bien sugiere que se aprovechó de la que ya por entonces debía ser una acepción usual para incluir en su campo semántico a la mujer casada. No obstante, nada mejor que una pluma célebre para oficializar (y consecuentemente datar) una expresión como ésta.

El término de esclavitud sexual pasó a primer plano en una nueva campaña que, también con el protagonismo de la Butler, orquestó en 1885 William Thomas Stead, el editor de la Pall Mall Gazette, con el objetivo de combatir la prostitución infantil en Londres. Durante ese año, a través de varios números, se publicó la serie The Maiden Tribute of Modern Babylone, escrita por Stead y Butler, que produjo un fortísimo impacto en la sociedad victoriana y consiguió que, mediante la Criminal Law Amendment Act, que la edad del consentimiento sexual pasara en Inglaterra de los trece a los dieciséis años. Pero no quedó ahí, ya que a partir de entonces la preocupación por el tráfico de mujeres para ser prostituidas pasó a ser uno de los temas centrales de las agendas de varios gobiernos europeos, en respuesta al clima de pánico que se iba apoderando de la burguesía, preocupada de que sus inocentes hijas fueran raptadas y condenadas a tales horrores físicos y morales.

De esta forma, nos encontramos con que en 1899, organizado por la National Vigilance Association (en cuyo comité directivo estaba Josephine Butler), tiene lugar en Londres el Congreso Internacional sobre la trata de blancas (International Congress on the White Slave Traffic), al que asistieron delegados de los principales gobiernos europeos y cuyo fruto más inmediato fue la creación de una Agencia Internacional para la supresión de la trata de blancas. A partir de ese momento, por tanto, la expresión "trata de blancas" o su equivalente anglosajón "white slave traffic", puede considerarse como la designación "oficial" de esta actividad delictiva, y así será usada en las innumerables actuaciones públicas posteriores, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, en que se sustituye por tráfico de personas, eludiendo las connotaciones racistas de la expresión anterior. De hecho, ya a principios de los veinte, la Sociedad de Naciones había sugerido que se cambiaran las palabras "trata de blancas" por las de "trata de mujeres y niños". Así que la expresión lleva ya más de sesenta años vetada oficialmente, pero lo cierto es que, pese a su olor a rancio, no se ha extinguido aun de la lengua común y con tal acepción sigue recogida en el diccionario.

Para acabar comentaré que me he enterado que la trata de blancas está en los inicios de la cooperación internacional de los cuerpos de policía y los tratados de principios de siglo suscritos para coordinar su persecución son los antecedentes directos de la Interpol. No deja de ser curioso que por aquellos años el tráfico de personas con fines sexuales fuera uno de los dos asuntos que impulsaron estos convenios entre Estados; el otro, extraño emparejamiento, era la lucha contra los atentados anarquistas, especialmente después del asesinato de la emperatriz de Austria-Hungría, la famosísima Sissí.



Woman is the Nigger of the World- John Lennon (Some Time in NYC, 1972)

CATEGORÍA: Política y Sociedad

lunes, 19 de julio de 2010

Las calles de Garbanzuela (1) (escenas chipunas)

Para Harazem, que me sugirió la idea de este esperpento

Nota Previa: Casi todos los protagonistas de este relato han sido presentados en algún post previo de la serie chipuna; si alguien tiene interés en leerlos, al final indico los enlaces.

La aprobación de la Ley de la Memoria Histórica ha traído a Chipunia un debate que parece estar tomando un rumbo singular en el Ayuntamiento de Garbanzuela. Como es sabido, la citada Ley ordena a las Administraciones públicas que tomen las medidas oportunas para la retirada de símbolos que exalten la sublevación militar, la Guerra Civil o la represión de la Dictadura. Bajo su amparo, muchos municipios de Cascaterra han procedido a cambiar los nombres de las calles con advocaciones fascistas por los precedentes u otros nuevos elegidos con desigual acierto. En las diversas ciudades y pueblos de Chipunia, tan alejadas de la metrópoli, estos debates se habían mantenido hasta hace poco en una discreta sordina. No podemos olvidar que la gran mayoría de los patriarcas de la política chipuna (que aunque casi todos retirados todavía controlan los mecanismos del poder) fueron muy beneficiados durante el régimen nacional-católico y, comprensiblemente, no les hace ninguna gracia que desaparezcan rótulos callejeros que ellos mismos, cuando eran jóvenes concejales del Movimiento, votaron en Plenos densos de ardorosas proclamas guerreras. Pese a que la Guerra Civil nunca llegó a Chipunia, alineada desde el primer momento con los militares rebeldes, estos jerarcas apelaron desde los primeros días al espíritu castrense y al carácter de la patriótica cruzada, para impulsar la necesaria limpieza de las malas yerbas del rojerío crecidas durante los años republicanos. Y así vivieron cuarenta años contentos y felices, incrementando con las mayores desvergüenzas sus patrimonios en tierras y negocios y prolongando los modos de vida que ellos gustan de llamar tradicionales pero otros califican de fascismo retrógrado.

Durante la Transición, al principio, la mayoría de los caciques dieron su apoyo a la Derecha, bien en su versión light o en la de los nostálgicos más ultras, pero enseguida, viendo que esa apuesta no prometía, muchos fueron a las filas de la victoriosa Democracia Social-Cristiana. Ahí estaban, hacia finales de los setenta, casi todos los hijos de los viejos fascistas chipunos, redefinidos como centristas que era lo que les parecía más ventajoso para seguir siendo los dueños del pastel. Con ese mismo afán, en cuanto vieron que el nuevo partido se desmembraba, optaron por reivindicar un nacionalismo propio de débiles raíces y así, los más avispados, fundaron el PICHi y, entre ellos, Lucas Colorado, el primogénito del viejo Pancracio, dueño y señor durante la Ominosa de Garbanzuela y parte de los municipios aledaños. Mucho ha llovido desde esos días: Colorado es ahora un anciano siempre malhumorado que hace varios años dejó la política activa, después de enfrentarse a cara de perro con los nuevos dirigentes del PICHi. Su capacidad de influencia, sin embargo, sigue intacta, no en vano le sobra dinero, cuenta con abundante información de las miserias íntimas y familiares de casi todos sus antiguos compadres y muchas ganas de hacerles la puñeta. El asunto de las calles fascistas le dio una excusa para jeringar a tantos de ésos que ahora alardean de convicciones democráticas y declaman mantras nacionalistas contra la política opresora de Cascaterra. Ésos, se sonreía, cuyos padres habían peloteado sumisos en el Régimen a cambio de que los gobernadores militares de la época se ocupasen de "suprimir" a quienes obstaculizaban sus codicias. Por supuesto que el primero de todos había sido el suyo, el temido don Pancracio Colorado, y a él le debía Lucas todo lo que tenía y era. Pero por ahí no había nada de lo que preocuparse, pues los Colorado no habían cedido nunca a tentaciones vanidosas y siempre habían preferido ejercer el poder en un discreto segundo plano, colocando en los cargos público a los títeres precisos en cada momento. No así tantos de los otros jerarcas quienes habían asumido, como cuestión de honra, la costumbre de bautizar calles, cuanto más importantes mejor, con los nombres de padres y familiares, incluso a veces, como era el caso de su viejo colega Silverio Mazapán, antes de que pasaran a mejor vida.

Casi nadie sospecha que la animosa campaña que ha iniciado el Colectivo Voltereta en el Ayuntamiento de Garbanzuela tiene su origen en las vengativas maniobras de Lucas Colorado. Bajo el lema "Recuperemos la memoria chipuna", el grupo de Facundo Paripé lleva meses organizando multitud de actos y presentando las más variadas mociones en ayuntamientos y departamentos gubernamentales de toda la Comunidad Autónoma. Pero, sin duda, ha sido en Garbanzuela donde la iniciativa ha adquirido gran protagonismo, convirtiendo a este municipio del área metropolitana (con los riesgos que su cercanía supone para San Trifón del Río, la capital) en foco central de la actualidad informativa chipuna. Factor innegable de este éxito mediático es la generosa y parcial difusión que lleva dando al asunto Hoy, el diario de mayor tirada en Chipunia. Huelga decir que Gobelio Gil, el adalid del nacionalismo en el tercer poder (en otras épocas muy a gusto con la camisa azul con el yugo y las flechas), está recibiendo cuantiosas ayudas de Colorado a cambio de esa línea editorial. Mas la baza fuerte radica en la persona que protagoniza la campaña en Garbanzuela: una mujer joven, apenas treinta años, muy guapa y de un hablar apasionadamente arrebatado. Se llama Esther Ronchamp Colorado, y con tan sólo un par de meses de actividad pública, ha enamorado a gran parte de los chipunos y ya se rumorea que es más que probable que, como cabeza de lista del Colectivo, sea la próxima alcaldesa de Garbanzuela. No deja de parecerle irónico a Lucas que su sobrina, la hija de "la bastarda", la que reniega de su segundo apellido y desprecia los negocios y valores de su familia, se haya convertido, por mor de sus maquiavélicas artes, en instrumento de este divertimento de su vejez. Desde luego, se repite mentalmente con frecuencia, he de cuidarme mucho de que no llegue a enterarse nunca de mi relación con Paripé.

A principios de año, Esther entró de concejala en el Ayuntamiento de Garbanzuela, sustituyendo al único representante del Colectivo Voltereta que dimitió por motivos personales (por órdenes de Facundo Paripé, consciente de que la chica era mucho mejor apuesta de cara a las próximas elecciones). En poco tiempo presentó al Pleno municipal la moción que, amparándose en el artículo 15 de la famosa Ley de Memoria Histórica, ha causado el actual revuelo. El texto comenzaba relacionando la larga lista de calles del municipio que, a lo largo de los últimos setenta años, habían sido dedicadas a personajes vinculados a la Dictadura. Citó, por supuesto, la avenida de Juan Antonio, la rambla del Generalísimo, las calles del General Trola y Queiroz del Vano, la plaza del 28 de Julio, y tantas otras repetidas en casi todas las ciudades de Cascaterra. Pero la sorpresa saltó cuando, tras éstas, empezó a enunciar los nombres de los venerados padres y abuelos de ilustres próceres de la sociedad chipuna. Con la voz de quien nunca ha roto un plato, recitó los nombres de Obdulio Mazapán, gobernador civil de la provincia en los cincuenta y padre del fundador del PICHi, de Paco Pachulero, el Legionario, matón de sindicalistas durante la República que llegó a ser uña y carne de los primeros gobernadores militares y del que pocos sabían que era el abuelo de Ubaldo, el actual presidente del gobierno chipuno, de Oleg Kalinas, cuyos aportes financieros al golpe del 36 fueron pagados generosamente por el dictador con la concesión monopolística del trasporte marítimo chipuno, negocio que heredó y amplió su hoy todopoderoso sobrino Amando, y unos cuantos más para acabar con Maiza Garañaque, la anciana madre de Oliverio Polainas, el alcalde de Garbanzuela. Puede imaginarse la aspaventosa indignación de Polainas al oír mentar a su madre, máxime cuando es de todos sabido la adoración que el regidor le guardaba, manifestada muy singularmente a través del panegírico que pronunció en ese mismo salón de actos, apenas han pasado tres años, cuando a sólo una semana de la muerte de la matrona el PICHi propuso (e impuso, gracias a su mayoría de gobierno) que la recientemente inaugurada ronda del ensanche, arteria central de la nueva urbanización de lujo que extendía la villa sobre los terrenos recalificados de los Colorado (pero eso Esther no lo sabía), se denominase avenida Maiza Garañaque, "en sentido y agradecido homenaje del pueblo de Garbanzuela a la más preclara de sus hijos, modelo de virtudes y luchadora incansable por el progreso y bienestar de sus convecinos". Y ahora, rugió el alcalde, una recién llegada insinúa que mi madre tenga algo que ver con la dictadura y pretende suprimir su nombre del recuerdo colectivo.

Para nada, contestó muy tranquila Esther Ronchamp, todavía no he terminado de leer la moción. No obstante, le adelanto que no es nuestra intención borrar el nombre su señora madre, ni el de ninguna de las restantes personas citadas, del callejero garbanzuelense. El Colectivo Voltereta entiende que el verdadero espíritu de la Ley de la Memoria Histórica es justamente recuperar ésta, no aumentar el olvido. De hecho, pensamos que la Transición (yo ni siquiera había nacido, así que espero que se reconozca mi inevitable neutralidad) fue en gran medida un pacto de olvido, de silencio. Por eso, para colmar esos vacíos de la memoria colectiva, para devolver, especialmente a los jóvenes, los hechos acallados, nuestra moción no pide que se cambien los títulos de esas calles, sino que, junto al nombre del personaje, se detalle un breve resumen de los hechos de su biografía gracias a los cuales ha pasado a ocupar un lugar destacado en la historia de esta villa. Su madre, señor alcalde, amasó una importante fortuna en tierras y participaciones empresariales durante el Régimen anterior que, en la última etapa de su larga vida, destinó en parte a obras sociales que han beneficiado a esta villa. Pero también ha de saberse que el origen del patrimonio de su familia materna se encuentra en el "salón social" que doña Maiza, entonces una veinteañera sin más recursos que su excepcional belleza y la más absoluta carencia de escrúpulos, dirigió en este pueblo hacia mediados de los cuarenta. En el dossier que adjuntamos a nuestra moción se aportan datos bastantes que prueban que ese local era costeado por el servicio de inteligencia del gobernador militar y que los empleados, muy especialmente las chicas que se ocupaban de satisfacer demandas poco confesables de los clientes, estaban entrenados para sonsacarles cuanta información pudiera revestir interés para el aparato represivo. La señora Garañaque fue la más pertinaz y efectiva delatora en toda Chipunia de cualquier amago subversivo, por muy leve que fuese, y sus servicios obtuvieron cuantiosos premios, en no pocas ocasiones con cargo a los represaliados que ella misma entregó. No se trata, pues, señor Alcalde, de olvidar a su madre sino, muy al contrario, de que la conozcamos de forma más completa.

Durante el parlamento de Esther, la cara de don Oliverio, un sesentón obeso, había ido enrojeciendo progresivamente y justo cuando la chica acababa se alzó con los ojos desorbitados presto a dar suelta a la que parecía la más temible de sus antológicas explosiones de ira. Pero no llegó a hablar, tan sólo resopló unos bufidos y cayó súbitamente, todo su cuerpo en estruendoso golpe contra la mesa de presidencia. El alboroto fue inmediato; enseguida, dos policías locales lo llevaron en brazos, medio inconsciente hasta el exterior y al poco apareció una ambulancia que trasladó al infartado hasta el hospital general. Naturalmente el pleno quedó suspendido, pero –reglamento manda– se postergó al siguiente jueves, sin la presencia de Polainas, todavía convaleciente y, a decir de sus más íntimos, muy avejentado desde el ataque. La semana transcurrida había sido pródiga en debates, alimentada por la publicación en Hoy de las biografías contenidas en el dossier del Colectivo Voltereta así como de numerosos artículos de opinión. La noticia, además, había llegado hasta los principales medios nacionales y se decía que estaban valorándose iniciativas similares en otras poblaciones de Cascaterra, cuyo novedoso enfoque se había convertido en enésimo motivo de greña entre los dos principales partidos estatales. El Partido Socialista Cascaterrano, impulsor de la Ley estatal, argumentó que el artículo 15 instaba a las autoridades a retirar los símbolos que exaltaban la Dictadura y no a complementarlos con la biografía de los personajes y, en su primera reacción, giró instrucciones a los concejales del FLiPA (la marca chipuna del PSC) para que presentaran una moción alternativa pidiendo la supresión de las calles relacionadas por Esther. Los dirigentes del Partido Moralista, siempre atentos a erosionar a los socialistas y viendo que la moción de los de Voltereta estaba siendo acogida con simpatía por un amplio porcentaje de la población cascaterrana, decidieron que les convenía sumarse a la idea, en un cínico intento de despojarse de sus vínculos con la Dictadura. El posicionamiento favorable de la dirección nacional del PMC no hizo mucha gracia a los militantes chipunos que temían que la moción de Garbanzuela se contagiase a otros municipios y salieran a la luz las biografías de algunos de sus ilustres antecesores. Pero era el PICHi, sin duda, quien peor lo llevaba, no sólo por quedar directamente afectado con los nombres propuestos por los de Voltereta (y peor sería cuando aparecieran las inevitables réplicas en otros municipios chipunos), sino porque una campaña sistemática que llevara al desprestigio familiar de sus principales dirigentes podía resultar catastrófica a menos de un año de las elecciones.

Así las cosas, el día de la continuación del Pleno el Ayuntamiento de Garbanzuela registraba la mayor afluencia de público y periodistas de toda su historia. La Televisión Autonómica iba a retransmitir la sesión en directo. La expectación era tremenda ...


Woman Trouble- Ten Years After (Stonedhenge, 1969)


CATEGORÍA: Ficciones

viernes, 16 de julio de 2010

Prohibamos los anuncios de contactos

El Departamento de Doña Bibiana está estudiando (lleva ya tiempo) el modo de suprimir los anuncios de contactos de la prensa. Muy tajante al respecto fue ayer Don José Luís Rodríguez que, en contestación al portavoz de UPN durante el debate del Estado de la Nación, aseguró que esos anuncios deben eliminarse porque contribuyen a la trata de blancas. Hace unos días, la secretaria general de Políticas de Igualdad sugirió que dichos avisos podrían considerarse publicidad ilícita por (a) vulnerar los principios general de publicidad, (b) contribuir a fomentar una imagen estereotipada de las mujeres y (c) fomentar la violencia por razón de sexo. Pareciera pues que la línea en la que está trabajando el gobierno con vistas a tan (¿loable?) propósito es la de producir algún precepto normativo que encontrara su sustento jurídico en la Ley General de Publicidad.

Ciertamente, los anuncios de contactos responden de lleno a la definición legal de publicidad ya que tienen por objeto promover la contratación de unos servicios que se ejercen como actividad profesional. Quiero suponer, aunque la Ley no lo contempla expresamente entre sus supuestos, que es ilícita la publicidad de bienes o servicios ilegales; digo yo que será ilícito que un coffee-shop holandés anuncie en España la venta de marihuana, ¿o no? Ejercer la prostitución, pese al debate viejísimo sobre su regularización, no es ilegal; si lo fuera, sería muy sencillo prohibir los famosos anuncios y no necesitaría el Ministerio tanto asesoramiento jurídico como están requiriendo. En principio, convengamos que una persona (no sólo una mujer) puede ejercer la actividad económica consistente en dar servicios sexuales a clientes a cambio de dinero (algo no demasiado distinto, si prescindimos de las connotaciones culturales del sexo en nuestra sociedad, de lo que hacen, por ejemplo, los masajistas). La actividad, en sí misma, es (o debería ser) tan legal como cualquier otra; cuestión distinta es que quien la ejerce lo haga bajo algún tipo de coacción. En este supuesto habrá que impedir tal forma de violencia, como hay que hacerlo con cualquier otra. El problema está cuando se asimila una forma rechazable de ejercer una actividad con la propia actividad, incluso aunque tal forma sea la mayoritaria (de lo que no estoy muy convencido), y se generalizan las medidas punitivas contra ese proceder a cualquier otra manifestación del ejercicio de, en este caso, la prostitución.

Más o menos tal ha sido el sofisma que ha sugerido Zapatero en el "debate" de ayer. Como hay que luchar contra la trata de blancas (indiscutible) prohibamos uno de los instrumentos a través de los cuales fomentan su negocio. Lo que habría que hacer, si se fuera consecuente, es impedir que se anunciaran servicios sexuales de prostitutas explotadas por estas organizaciones delictivas y, en cambio, permitir los de aquéllas que ejercen la profesión libremente. Pero, claro, eso es imposible, así que como daño colateral (muy loable moralmente) que las segundas vean limitadas sus posibilidades de ejercicio profesional. Porque, además, tienen que ser muy pocas, poquísimas, las que ejerzan libremente un oficio que es tan vejatorio para la dignidad de la mujer y la única explicación es que lo hacen porque están explotadas, sea por mafias o por un sistema cultural opresivo. Puede que sea verdad por más que se me antoje una simplificación excesiva de un fenómeno que existe desde siempre; lo que no cabe duda (y como última muestra me remito a los unánimes aplausos del congreso a las citadas palabras del presidente) es que es el planteamiento políticamente correcto.

Pero, si de verdad eso es lo que creemos, si estamos convencidos de que la prostitución es mala y su ejercicio es vejatorio, indigno y poco menos que anticonstitucional, ¿por qué no, simplemente, se tipifica como delito? Pues porque no está tan claro, porque lo vejatorio, indigno y anticonstitucional es forzar (en cualquier modo) a alguien a prostituirse pero no hacerlo libremente. Y también porque, incluso los que piensan que la propia actividad en sí misma lo es, saben que, como ha de seguir existiendo, lo único que se ganaría penalizándola es agravar el problema y no contribuir un ápice a la solución que les gustaría: que no hubiese prostitución. Así que, como en todo viaje para el que sobran las alforjas, volvemos a la casilla de salida que no es otra que asumir que hay putas y puteros, pero hacer como que no nos los vemos. Creo que esa actitud subyace en muchas acaloradas protestas contra cualquier intento de regularizar esta actividad profesional (recientemente expresadas por algunas congresistas, por ejemplo), aunque lo sostengan (sin argumentos) porque así se favorece a los explotadores de mujeres y niños. Los anuncios, que han proliferado en la prensa generalista, resultan obstáculos a ese deseo de discreción, con su descarada exhibición de reclamos, tanto en los textos como en las imágenes. Hay pues que suprimirlos (por las mafias, se entiende).

Volvamos a los argumentos con los que el Gobierno explora declararlos como publicidad ilícita. El primero es que vulnerarían los principios general de publicidad. Ahí me han pillado, porque no sé cuáles son tales principios; de hecho, la Ley no los menciona y, la verdad, no se me ocurre contra cuáles podría atentar una persona que anunciase las excelencias de sus servicios sexuales. Pendiente de que alguien me lo explique, me quedo con la sospecha de que este primer motivo de ilicitud no deja de ser una declaración hueca que son tan del gusto de nuestros políticos.

Poco más precisa es la segunda razón; a saber, que los anuncios de contactos contribuyen a fomentar una imagen estereotipada de las mujeres. Estereotipado se refiere a algo que se repite sin variación y que, aunque este añadido no lo traiga el DRAE, es una simplificación despectiva y falsa. Ahora bien, que una prostituta anuncie sus servicios sexuales no entiendo muy bien qué imagen estereotipada de la mujer está contribuyendo a fomentar. ¿Que las mujeres son todas putas? ¿Que ser puta es consustancial con ser mujer? De otra parte, ¿acaso asume la secretaria general del Ministerio que alguna de ésas es una imagen estereotipada de la mujer? No negaré que habrá unos cuantos gilipollas que la tengan, pero la argumentación propuesta está al nivel mental de tales cenutrios: Prohibamos la publicidad de las prostitutas para que nadie pueda decir: fíjate qué cantidad de putas hay, si es que toda mujer ... Ya puestos a desbarrar, ¿por qué no fomentar los anuncios de "prostitutos" a ver si se compensa y desmontamos esa generalización machista? Me parece un insulto a la inteligencia que se afirme una chorrada como la anterior pero reconozcamos que no es nada raro este tipo de frases en las bocas de los políticos (y políticas).

Vayamos finalmente a la tercera presunta casa de ilicitud de los anuncios de contactos: que fomentan la violencia por razón de sexo. Vuelvo a quedarme ojiplático porque yo pensaba que lo que esos anuncios quieren fomentar es que el lector sienta ganas de contratar los servicios de la profesional correspondiente. Para lograrlo entiendo que se les pueda acusar de fomentar la lujuria y de hecho compruebo que la mayoría de ellos es tal pulsión la que buscan provocar. Pero, ¿cómo fomentan la violencia? Cuando una, según sus palabras, mulata tetona con descomunal culazo acompaña a la provocativa foto de su anatomía la relación de las prácticas que ofrece "con máxima implicación" no me surgen afanes violentos, y no me parece que sea muy rarito en tal aspecto. Claro que puede que la secretaria general se esté refiriendo a que el acto sexual mediante pago (que es efectivamente el que quieren fomentar esos anuncios) es per se una forma de violencia del hombre sobre la mujer (por razón de sexo). Sin molestarme en discutirlo (entre otras cosas porque es un terreno tan pantanoso que no hay por dónde moverse), cabe decir que si así fuera lo que habría que hacer, nuevamente, es prohibir no los anuncios sino la prostitución. Y es que en el fondo los dos argumentos caen en el error común de atribuir a los anuncios vicios que no son de ellos sino de lo que anuncian. Los anuncios sólo fomentan el consumo del servicio anunciado; el fomento de la imagen estereotipada de la mujer o de la violencia por razón de sexo, de ser verdad (que no lo es) radicaría en el ejercicio de la prostitución. Luego, señora secretaria, no prohíba los anuncios (al menos, no por esos motivos tan nimios), sino la prostitución.

Hay que aclarar que, aunque improcedentes, los dos motivos citados por la proba secretaria general no están escogidos al azar sino que tienen su referencia en la Ley General de Publicidad, cuyo artículo 3 dice, efectivamente, que se entenderán como publicidad ilícita los anuncios que presenten a las mujeres de forma vejatoria ... o su imagen estereotipada ... coadyuvando a generar la violencia. Ahora bien, con una técnica conocida desde los sofistas griegos, esta señora saca de contexto el precepto legal y amplía su ámbito de aplicación mucho más allá de lo regulado. Porque la Ley se refiere al uso vejatorio o discriminatorio de la mujer cuando se usa su cuerpo como mero objeto desvinculado del producto que se pretende promocionar. No es el caso porque en los anuncios de contactos es precisamente el cuerpo de la mujer (o del hombre, si se tratara de un prostituto) lo que ella quiere promocionar. De otra parte, cuando la norma se refiere a la "imagen estereotipada" de la mujer, para nada está aludiendo a su consideración como puta, sino a esos anuncios en los que se presentaban a las amas de casa tontas cuyo horizonte mental no pasaba de las excelencias del lavavajillas. Son esos y similares "comportamientos estereotipados" los que prohíbe usar la Ley como reclamo en la medida en que pueden coadyuvar a generar la violencia contemplada en la Ley Orgánica 1/2004 y que no es otra que la (mal) llamada violencia de género. Ahora bien, la violencia de género es la que ejercen sobre las mujeres los hombres que están o han estado relacionados afectivamente con ellas. No parece que venga muy a cuento con el asunto de la prostitución.

En conclusión que si por esos derroteros van las exploraciones jurídicas del Ministerio de Igualdad para declarar como publicidad ilícita los anuncios de contactos, poco futuro les veo. Aunque nunca se sabe, porque sería demasiado ingenuo de mi parte confiar en que los preceptos normativos para promulgarse hayan de insertarse coherentemente en el propio marco legal previo. A lo mejor (por el bien de la coherencia lógica del sistema jurídico) los responsables de esta santa cruzada laica, vuelven a sus primeros intentos de convencer a los editores de prensa para que se "autorregulen", compensándoles con cargo al Estado en crisis, discretamente eso sí, de los sustanciosos ingresos que dejarían de cobrar (que tampoco me extrañaría demasiado que sacaran la norma prohibiendo los anuncios y, además, les compensaran). La solución en breve, que Zapatero ha empeñado su palabra en eliminar los dichosos anuncios.

CATEGORÍA: Política y Sociedad

lunes, 12 de julio de 2010

Holanda campeona del mundo

Mis primeros recuerdos "adultos" de un Mundial se remontan a finales de junio de 1974. Estaba acabando quinto de bachillerato, el curso más loco de mi época escolar que fue seguido de un verano asturiano casi "iniciático" o, por lo menos, límite simbólico del fin de la infancia. Fue el Mundial de Alemania, entonces la RFA, en el que España no jugó y en el que deslumbró una selección holandesa a la que, por sus colores y la sincronía de su juego, se bautizó como la Naranja Mecánica. Esa Holanda contaba con buenísimos jugadores entre los que destacaba uno verdaderamente genial: Johan Cruyff, un flaco de 27 años que fumaba como un carretero y que había sido fichado a principios de esa temporada por el FC Barcelona. Gracias a Cruyff (sin menospreciar al cholo Sotil, Rexach o Asensi) el Barça remontó desde el pozo clasificatorio en el que estaba y acabó ganando aquella liga. Esa fue la temporada del histórico 0-5 en el Bernabeu; cinco golazos al todopoderoso equipo de los yé-yé, al favorito de un régimen que ya agonizaba. Quizá por eso muchos catalanes se animaron a ir al Bernabeu y a desplegar su alegría (sin pasarse, eso sí) por las calles madrileñas, anticipando la victoria liguera que se les negaba desde hacía década y media. Me acuerdo de esa noche, cuando tras el partido vino a nuestra casa un amigo barcelonés de mi padre, compañero del bachillerato, con su hijo de mi edad y salimos a celebrarlo, aunque yo no era para nada del Barça (pero tampoco era del Madrid).

El entrenador del Barcelona era Rinus Michels quien compaginaba el cargo con el de seleccionador de Holanda. A él se le atribuye lo que se dio en llamar fútbol total que, muy en síntesis, consiste en desarrollar una velocísima movilidad de posiciones en el campo, supeditándose las individualidades a un juego sincronizado de conjunto. Los primeros ensayos de lo que entonces era una forma revolucionaria de entender el fútbol se manifestaron en el Ajax de Amsterdam, vivero de la selección de los Países Bajos, y eclosionaron con toda su magnificencia en el citado mundial de Alemania. Holanda jugó 6 partidos durante las dos fases previas al desenlace (ambas de liguilla de grupos, pasando directamente a la final los primeros de cada uno de los dos grupos de la segunda fase) y ganó 5 (a Uruguay, Bulgaria, Argentina, RDA y Brasil) y empató uno (con Suecia, 0-0, en el segundo partido). Pero lo que hay que destacar no es que ganara sino que jugó de maravilla, con unas individualidades magníficas que ejecutaban con la máxima precisión y velocidad una coreografía perfecta. Hace unos días estuve viendo en Youtube un amplio resumen del 4-0 que le hizo a Argentina y uno se entusiasma con ese fútbol: qué preciosidad, cómo no enamorarse.


Aquella estupenda Naranja Mecánica, ya es sabido, no ganó ese Mundial. Una Alemania muchísimo menos creativa pero que para nada era manca (la de los Beckenbauer, Maier, Vogts, Müller, Hoeness, Breitner) remontó el gol de penalty de Neeskens y acabó llevándose la copa por 2-1. Cuatro años después, en la Argentina de Videla, la selección holandesa (esta vez sin Cruyff que no quiso ir) volvió a llegar a la final para volver a perder en la prórroga con los anfitriones. Ciertamente, ese campeonato estuvo muy mediatizado por la presión de la dictadura, pero no es menos cierto que Argentina tenía unos excelentes futbolistas (Ardiles, Passarella, Luque, Kempes) y apostó por el estilo de Menotti. (8 años después la filosofía contraria, la de Bilardo, también le daría un campeonato a la albiceleste, abriendo un cisma que todavía no se ha resuelto entre los argentinos, pero eso es otro asunto, aunque muy relacionado con el objeto de este post).

No acabarían ahí las glorias holandesas pues, de nuevo bajo la batuta de Michels, les llegaría el premio menor de la Eurocopa de 1988 con aquellos fenómenos que fueron Van Basten, Rijkaard o Gullit. Pero el estilo de juego holandés (y esto es lo realmente importante) creó escuela, la filosofía del fútbol total se expandió por toda Europa y fue, con mayor o menor acierto, incorporada en los distintos países (no en todos, claro, que algunos, como Italia por ejemplo, tenían muy claro que a ellos no les iba). Esa forma de concebir el juego colectivo, ese gusto por la creatividad, por la belleza imaginativa vino también a España y entró (qué dudad cabe) por Barcelona. Michels, Cruyff, Van Gaal (tan antipático e injustamente denostado), Rijkaard ... Holandeses todos. ¿Nos acordamos del Dream Team y de a quién puso Cruyff a principios de los noventa como organizador de ese fútbol tan bonito? En gran medida Pep Guardiola es también holandés y, con la necesaria adaptación al estilo y la historia de los futbolistas de esta tierra, mucho le debe el juego español a esa revolución originaria de Amsterdam.

No voy a decir que España juega como la Holanda del 74. Hay muchas diferencias de estilo (quizá la más llamativa sea el predominio del toque en corto de los ibéricos) pero mucho más importante es una semejanza fundamental en el planteamiento: la creación frente a la destrucción, lo colectivo frente a lo individual, la técnica frente a la fuerza, el gusto por la belleza frente al resultadismo ... He de confesar que no estoy muy seguro de que tales notas sean "naturales" a nuestra forma de ser y, si como me temo no lo son, habríamos de alegrarnos de que el nuevo estilo español se vaya definiendo por ellas y no tanto (o no sólo) por esas virtudes raciales rancias como la furia. En la medida en que el fútbol pudiera ser sintomático de la evolución de un país, eso significaría que avanzamos en la buena línea. Pero no seamos demasiado ingenuamente optimistas en ese sentido, ni tampoco nos creamos que, como los medios no se cansan de repetir, jugamos de maravilla. No hemos hecho un gran Mundial: no hemos sido la Holanda subcampeona de Alemania, ni la Francia de Zidane del 98, ni siquiera el desafortunado Brasil de Zico y Sócrates de España 82 (por citar algunos equipos que me han impresionado). Hemos demostrado una bajísima efectividad (el campeón del mundo con menos goles de toda la historia) y, en mi opinión, nos ha faltado velocidad y precisión. No han salido los partidos como deberían pero, pese a todo, la selección ha sido fiel a su planteamiento. Junto a esa "mala suerte" de la que parece que no terminamos de despojarnos hay que poner a mi juicio que casi todos los equipos que nos han tocado (el que menos, Alemania) han tenido como empeño principal de sus estrategias no dejarnos jugar. Y así, claro está, cuesta bastante más.

Pero ninguno nos había tocado que ejerciera esa táctica de modo más feo y violento que Holanda. Durísima final la que plantearon los naranjas, yendo desde el principio a romper el juego de España por la vía de romper a los jugadores. No intentaron, como magníficamente hicieron los paraguayos, de impedir la circulación española del balón mediante una agotadora y asfixiante presión, sino que optaron por cortar por lo sano con faltas violentísimas y con descarada voluntad de hacer daño. No tiene sentido hacer el catálogo golpes que dieron como si estuvieran vengándose de las tropelías que el Duque de Alba hizo a sus antepasados, pero no puedo dejar de recordar la patada de karateka que De Jong le metió en el pecho a Xabi Alonso: espeluznante. Pero lo grave, lo tremendamente triste, es que con esa forma de jugar la selección holandesa traicionó de la peor de las maneras la magnífica concepción futbolística que ellos mismos crearon. Decían en los Países Bajos que era de justicia ser ahora campeones del mundo, que a la tercera iba la vencida, que la historia se lo debía. No, no habría sido justo que la Holanda de ayer ganara la copa; habría sido la negación de los méritos de la del 74. Si yo fuera holandés estaría indignado con esos jugadores por el penoso espectáculo de ayer. La España de este campeonato, sin serlo, era de todas las selecciones la que más merecía ser considerada la heredera de aquella Holanda. Por eso estoy seguro de que, en el fondo y pese a sus nacionalidades, a Cruyff y sus compañeros les tiene que haber alegrado el resultado final de esta Copa.

CATEGORÍA: Recuerdos

viernes, 9 de julio de 2010

Qué poco follaba yo de joven

Gracias al blog de Yabú me entero de que el equipo Daphne realizó en septiembre de 2009 una encuesta (la tercera) sobre sexualidad y anticoncepción en la juventud española. Se realizó mediante entrevistas personales a un total de 976 chicas y 1024 chicos (dos mil en total) entre 15 y 24 años, lo que equivale a un 0,03857% de la población total española en ese rango de edad. Pese al bajísimo porcentaje, la muestra debió seleccionarse con mucho rigor estadístico (por muestreo bietápico), porque proclaman que los resultados ofrecen un 95,5% de confianza.

Como los resultados se presentan en dos intervalos de edad (de 15 a 19 y de 20 a 24), me he ido a fijar en el primero de ellos. Así, parece que más o menos las dos terceras partes de los adolescentes de hasta 19 han tenido ya alguna relación sexual con penetración, un poquillo más los varones que las hembras. Dicho al revés: a los 19 años apenas uno de cada tres de los españoles actuales sigue siendo virgen, mientras que en el 2005 casi la mitad todavía lo era. Sin embargo, Daphne afirma que se mantiene la edad de inicio de las relaciones sexuales (que, por otra fuente, me entero que es a los dieciséis años y medio), lo cual apuntaría hacia explicaciones no muy normales, pero en fin. Lo que también es significativo es que las diferencias entre chicos y chicas, aunque todavía muy ligeramente favorables a los primeros, progresan hasta casi igualarse. De hecho, sólo es un 1,4% mayor en los chicos, mientras que en 2005 la diferencia era del 3%. Parece que los movimientos en favor de la castidad de los que hablé hace tiempo no deben contar con mucho predicamento entre la juventud española.

Pero el resultado que más me ha llamado la atención es la frecuencia con que estos chavales, siempre según la encuesta, practican el coito. Nada menos que 8,7 veces al mes las chicas y 6,9 los chicos. Por lo visto este ritmo es muy similar al que detectaron en 2005, aunque parece que se ha incrementado la desproporción a favor de las chicas. Los casi dos polvetes mensuales de más que hacen de media las muchachas españolas deben echarlos con varones de otro rango de edad o con extranjeros (doy por supuesto, de paso, que la muestra se limitaba a relaciones heterosexuales y a lo mejor me equivoco). De otra parte, el porcentaje de chicas que mantienen la misma pareja sexual durante seis o más meses (61%) es abrumadoramente mayor que en el caso de los chicos (39%), lo cual, si bien contribuye a explicar que ellas follen más porque tienen al partenaire fijo más tiempo, me abre un nuevo interrogante que, sin pensarlo mucho (no me apetece), sólo acierto a explicarme por lo ya dicho de que los novios de las pibitas pertenecen a otro rango de edad (superior, imagino).

En todo caso, sin entrar a destripar esos resultados ni a rayarme con interpretaciones, si los mismos son ciertos habrá que concluir que los chavales follan mucho, muchísimo más que lo que yo lo hacía a esas edades (que entre 15 y 19 era casi nada). Una chica que esté al final de la secundaria puede fácilmente acumular una centena de coitos al año; y eso es la media, así que habrá un porcentaje significativo que doble esa "performance". Ya me habría gustado a mí tener tanta actividad sexual a esa edad pero, claro está, eran otros tiempos. Pese a la proclamada fiabilidad de la encuesta, la verdad es que no termino de creerme tanto derroche copulatorio. ¿Habrán fanfarroneado los entrevistados? Si así fuera, más lo habrían hecho las chicas, asumiendo un comportamiento típicamente masculino (el famoso conteo del parchís). A lo mejor, después de todo, es verdad que, cuantitativamente, tal es el comportamiento sexual de los pibes de nuestro país. ¿De dónde sacan tiempo, ocasiones y lugar? Que es un polvo casi cada tres días, oiga.

Refleje o no fielmente la realidad española (¿ustedes qué creen?), lamentablemente, la encuesta no aporta ninguna pista sobre otros aspectos mucho más interesantes del comportamiento sexual aparte de los meramente cuantitativos (o sólo en referencia al uso y conocimiento de métodos de protección, que de éso va). Enterados ya de que los chavales follan mucho, no estaría de más saber cómo lo hacen y, en suma, si follan bien. Me consuelo mi envidia retrospectiva diciendo que seguro que no, que en eso, como en todo, se aprende y mejora con los años.


When I'm Sixty-Four- The Beatles (Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, 1967)

CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras

jueves, 8 de julio de 2010

Bombones

– Mmmmm, bueno bueno – y se relamió casi lujuriosamente.
– Me honra, Majestad, que os guste –contestó el repostero de Versalles
– No sólo me gusta sino que me encanta. Habéis logrado un manjar delicioso; no es bueno, sino bueno bueno, doblemente bueno.

En estos o parecidos términos, tales podrían haber sido las palabras que el todopoderoso Rey Sol intercambiaría con alguno de sus reposteros palaciegos, uno a quien se le había ocurrido bañar unas frutillas en chocolate fundido para los postres del monarca. Naturalmente, la conversación fue en francés y la duplicación enfática del calificativo fue bon bon, que se quedó como nominativo del invento. Tal cual, con la corrección ortográfica pertinente, pasó a nuestro idioma, como deja constancia el DRAE.

Esta anécdota parece responder perfectamente al popular dicho italiano "se non vero, è ben trovato"; o sea, que resulta muy bonita e ingeniosa para explicar el origen de los bombones y de su nombre, pero no me termina de convencer en cuanto a su veracidad (pero, qué importa). Mis dudas parten de que durante el reinado de Luís XIV el chocolate se consumía casi exclusivamente como bebida y aunque hacia mediados de ese siglo XVII ya había habido algunos ensayos de prepararlo en pastillas (fue en Inglaterra, según la wiki) no llegó a popularizarse en forma sólida hasta doscientos años después. Cuesta creer, por tanto, que si la anécdota narrada fuera cierta, máxime con el protagonismo del rey más poderoso de entonces, no se hubieran puesto de moda los pastelillos de chocolate ya desde esas fechas. De hecho, las webs que sostienen que tal es el origen de los bombones reconocen que no fue hasta bastante después que éstos se convirtieron en un dulce de consumo generalizado, algo que no termina de cuadrar.

Lo indudable por demasiado evidente es que el nombre, en español y en francés, proviene de la duplicación (francesa) del adjetivo bueno. Lo cual, en todo caso, no implica que el invento del bombón sea francés, sino simplemente que en nuestro país se adoptó el término galo; o sea, que probablemente a nosotros nos llegaría de ellos, pero no necesariamente que ellos fueran los primeros hacedores de la exquisitez. Estas dudas sobre la paternidad gabacha se acrecientan si consideramos que en muchos otros idiomas, incluyendo el francés, el término, si bien existe (inglés, alemán, checo), corresponde al significado más genérico de golosina, manjar pequeño destinado más a satisfacer el gusto que a alimentar. Ello me inclina a pensar que es posible que, en efecto, el nombre surgiera en la Francia del XVII y hasta que sea verosímil que fuera ocurrencia del mismo monarca o de alguno de los aristócratas de su corte, pero vaya usted a saber cuál delicatessen culinaria mereció ese apelativo y si ésta llevaba o no chocolate. Podría ser que el término existiese antes que los bombones y que cuando éstos se popularizaron, mucho después, en España (y no en otros países) la palabra restringiera su significado para referirse sólo a ellos, excluyendo de su campo semántico las restantes golosinas.

Pese a ser los introductores del chocolate en Europa, los españoles no fueron los primeros entre los que se empezó a emplear en repostería ni tampoco a consumir en forma sólida. La solidificación del chocolate es un proceso que deriva de innovaciones industriales (en las que los españoles rara vez hemos sido pioneros) y que hay que datar hacia los finales del XIX. Cuando se comienza a popularizar en nuestro país el chocolate sólido, se habla de onzas, lo cual da una pista a que el camino de entrada es anglosajón. También es en la segunda mitad del XIX cuando aparecieron los empresarios (varios suizos) cuyos nombres todavía hoy se asocian al negocio chocolatero (Nestlé, Lindt, Suchard, Hershey).

En fin, que poco saco en claro, salvo seguir manteniendo mi desconfianza sobre la veracidad de la leyenda originaria de un producto que, como tantas variedades del chocolate, es de lo más adictivo. Acabaré manifestando que, aunque el chocolate combine estupendamente con muchísimas otras cosas, mis bombones preferidos son los de sólo chocolate, tales como las maravillosas bolitas de Lindt al 70% que en el interior de su cáscara dura esconden un fondant delicioso también de chocolate negro. Ahora mismo me como una.


En la época de Luís XIV todavía no había fábricas de chocolate como la de esta película.

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: Entretenimientos gramaticales