jueves, 31 de diciembre de 2015

2015 ha muerto: Viva 2016

Me apresto a escribir mi último post del año, el que llevo publicando desde que inicié este blog, aunque no tengo ninguna gana. De hecho, este año no me ha apetecido en absoluto felicitar las fiestas. No es que esté cabreado con el mundo, simplemente desganado, con una sensación de laxitud, como si me tocara pasar por una fase de descompresión para iniciar, a partir de la semana próxima, un nuevo ritmo de vida. Pero me pongo a ello para llegar al número redondo de diez posts de fin de año y, alcanzada esta cifra tonta, me autorizo a romper la tradición en 2016. Así que, como primera medida, deseo a quienes por aquí se pasan que el año que está a punto de entrar les sea propicio, más feliz que el que acaba pero tampoco en exceso, no vaya a ser que se emboten.

Y dada mi apatía, con lo escrito debería bastar, pero para que hacerlo un poco más largo he releído el publicado hace 365 días para verificar cuanto de acertadas resultaron mis previsiones de entonces. Desde luego, lo primero que hay que decir es que 2015 para mí ha mantenido la ligera tendencia a la recuperación desde el funesto 2013; tampoco es para soltar cohetes pero sí, mis circunstancias han mejorado. Preveía que hacia mediados de año tenía que adoptar una decisión de cambio radical, especialmente en lo referente a mi vida laboral. La decisión ciertamente la tomé por esas fechas, pero postergando su entrada en vigor hasta el inicio del 2016 y aceptando una prórroga a plazo fijo para el segundo semestre que ya se acaba. Como ya lo he contado en el post de hace dos días, sobran más palabras.

Tanto en lo afectivo como en la salud, el diagnóstico es aceptable, quizá añadiendo –como me dijo el médico hace unas semanas tras ver mis análisis– "para mi edad". Es decir, con los achaques inevitables del paso del tiempo que a veces llevo con serenidad tolerante y a veces no. En todo caso, en términos generales, me siento anímicamente sosegado, como si estuviera aprendiendo –por fin– a aceptar lo que no podemos cambiar (que no es igual a resignarse). Pero en el ámbito de las relaciones personales sí he apuntar que he vivido la desagradable situación de ganarme un enemigo. Es algo que pocas veces me ha ocurrido en mi vida y nunca, creo, con tanta inquina. Tengo la conciencia tranquila porque en ningún momento he pretendido hacer daño a esta persona y, aunque su resentimiento está motivado por algo que hice, nace básicamente de él mismo. En fin, el tiempo lo cura todo.

Quizá una objeción al año que se va es que he viajado muy poco, puede que el que menos en mi vida adulta. Este déficit me gustaría corregirlo en 2016, aunque vuelva a ser funcionario y, por tanto, sometido a horarios. Pero, paradójicamente, cuando eres tu propio jefe viajas menos, porque te falta mucho más el tiempo. En todo caso, una novedad importante del pasado año que en cierto modo ha compensado la escasa movilidad hacia al exterior, ha sido el pasar todos los fines de semana y otros periodos en nuestra finquita del campo, lo que ya ha supuesto un cambio en la rutina diaria que, sin duda, ha aportado notables ventajas a mi vida. La culpa de que ese lugar sea cada día más agradable la tiene casi completamente K, a quien se lo agradezco de corazón. En 2016, desde luego, seguiremos disfrutando de nuestro amable refugio.

Por último he de referirme al convencimiento que expuse hace un año de que nuestro sistema político-económico requería urgentemente desmontarse o, como mínimo, reformarse en profundidad. Predecía que 2015 iba a ser, en este aspecto, muy interesante. Lo ha sido, pero no tanto. Y las que no han llegado han sido las reformas que deseaba, al menos con una mínima relevancia. En el ámbito local y autonómico, las elecciones supusieron en varios sitios cambios llamativos, pero tengo la impresión que no tanto en los hechos. En cuanto al contexto nacional, las recientes elecciones no auguran transformaciones profundas. Así que a seguir esperando: el tiempo de la política y de la sociedad es mucho más lento que el de nuestras vidas, lo cual he de reconocer que me descorazona.

En conclusión, que entro en 2016 con moderada ilusión y buen ánimo; por lo menos quiero ponérselo fácil. Para mí es –ahora sí– el inicio de una nueva etapa laboral que habré de aprovechar para hacer cambios que he ido postergando en otras facetas de mi vida. Por eso, aunque sea con retraso, me deseo lo mismo que ya hice para este 2015 que se muere: que el entrante sea un año, sobre todo, de renovaciones y alegrías. Y ese mismo deseo va para los que me leéis, con el consejo añadido de no atragantarse con las uvas y esforzarse en ser feliz, que es lo único que de verdad importa. ¡Feliz 2016!

 
New year's day - U2 (The Best of 1980-1990 & B sides, 1998)

4 comentarios:

  1. "las recientes elecciones no auguran transformaciones profundas.". Bueno, eso precisamente es lo que está por ver, amigo mío, el escenario ha cambiado drásticamente de ese rutinario y plastante motor de dos tiempos que era el bipartidismo.

    Un abrazo y feliz año para ti y para K.

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    1. Está por ver, sí, pero a mí los resultados electorales no me auguran transformaciones profundas, lo más algunos cambios que, en todo caso, son deseables y no desprecio. Pero, en fin, todo depende de la escala de cada uno. Feliz año.

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  2. Seguiré leyendo tu blog este año. ¡Que te vaya bien! :-)

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  3. Espero que el 2016 te llegue cargado de viajes, renovaciones y alegrías, además creo que los factores necesarios juegan a tu favor.
    Un abrazo,

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