jueves, 13 de octubre de 2011

Los guitarristas nos quitan las novias

A Lansky y Vanbrugh

Pues sí, que basta que a tu chica se le acerque uno con guitarra, la rasguee medianamente, y ya está la muy poniéndole ojitos de lánguidas miradas, y tú (me cago en los guitarristas) maldiciendo tu torpeza digital y esas orejotas que no son oídos y que te resistieras tanto a tu madre a los doce años en lo de las clases aquellas (que es por tu bien, hijo). Fobia les tengo, carajo. Y no te digo si además es poeta, o va de idem, o sea, soltando metáforas e imágenes extravagantes. Peores todavía cuando van de cultos o crípticos, como el capullo que me birló a Azucena (qué ojos negros tenía) con el rollo de una canción que acababa de componer (aún no la tengo clara del todo, dijo con falsa modestia), iba de que en el laberinto de sus arrayanes faltaba un lirio florecido y más chorradas botánicas similares que a mí me dejaban frío, entre otras cosas porque ignoraba que Azucena y lirio son la misma flor, pero claro, mi chica sí lo sabía, y se le quedó mirando arrobada, qué bonito y qué bien tocas, que para nada, tú, que los versos encajaban a patadas y las rimas forzadas en un compás de lo más simplón y además el capullo desafinaba. Pero me quitó la novia (qué tetas tenía), aunque creo que no duraron mucho, sería porque al músico poeta se le acabó la inspiración o, peor, Azucena descubriría que plagiaba malamente a Machado y para eso se compraba el LP de Serrat y santas pascuas. Tampoco es que me traumatizara, pero sí es verdad que se me quedó la prevención y desde entonces, cuando voy emparejado, eludo a los guitarristas y también, pero menos, a los poetas. Es que éstos, siempre que no toquen, no me dan tanto miedo, porque vale que sean capaces de emocionar a las pibas con palabritas rebuscadas, que me acuerdo de una novieta mía que a uno le dijo que sus versos eran rosarios de perlas, menuda cursi también ella, que le cosquilleaban en el oído y le hacían temblar el corazón (y pensé, pero es que soy muy bestia, que con una sarta de otro tipo de perlas la iba yo a hacer temblar más fuerte, y no por el oído). Pero fíjate que casi todos los poetas son feos (y hasta dicen que la tienen pequeña); seguro que es por eso que se ponen a acumular metáforas y adoptar poses de seres dolientes, tan intensa es su vida interior. Pero quia, ni por esas mojan o lo hacen de higos a brevas (o sea, cada ochos meses por término medio, según mi amigo el botánico, el mismo que me dijo lo de los lirios y azucenas). Hasta incluso nos pueden ser útiles, en dosis calculadas claro. Al menos a mí me han valido, como aquella vez que Violeta (qué culo tenía) hizo una fiestita en su piso con los coleguitas de Filología Hispánica y todos a recitar sus poemillas, muy de vanguardia experimental, o sea que no se entendían una mierda, menos uno que iba más de romanticismo tardío pero se defendía con que lo suyo era un aggiornamento de los prerrafaelistas y que el amor era un símbolo de su visión crítica y comprometida de la sociedad. Vale, vale, pero no creo que nadie se lo tragara; los compañeritos con ínfulas literarias porque cada uno iba a lo suyo y no veían un palmo más allá de sus burbujas vanidosas y yo porque era evidente que el gafotas andaba colgado de Violeta (qué preciosidad de naricita respingona tenía) y desesperado por conseguir conmoverla. Y lo logró el infeliz, aunque como soy muy bestia (ya lo he dicho) al cómo se puso mi chica yo lo llamo estar cachonda y desde luego no fue el poeta quien cosechó los frutos, sino quien les habla, que empecé a besarla incluso antes de que se fuera el vate (ya lo sé, ya, no estuvo nada bien) y luego las caricias y arrumacos fueron descontrolándose, tanto que hasta improvisé un pareado, que a más no llegan mis dotes compositivas: cómo me pones siendo tan zorra, cómo me pones dura la porra. Qué bestia eres, me dijo (en eso estábamos de acuerdo), pero fue un polvazo. No obstante, no vayan a pensar que todos los poetas son tan inofensivos como aquel universitario, que los hay que no son tan feos y se saben metáforas más eficaces, e incluso algunos, arteros ellos, hasta aprenden a rasguear la guitarra. Ahí sí, ahí échense a temblar y considérense definitivamente jodidos.


Poema 15 - Víctor Jara (El Derecho de Vivir en Paz - Antología, 2003)

6 comentarios:

  1. Bueno, debo matizar, como titular que soy de una de las dedicatorias -que te agradezco, por supuesto.- Creo que para llevarse a la chica lo fundamental es la voz. Es la voz lo que las pone en disposición de hacer prácticamente cualquier cosa en favor y en compañía de quien la emplee sabiamente. El que canta tiene recorridas tres cuartas partes del camino y está inmejorablemente colocado para la recta final. Modestamente debo decir que yo no uso mal del todo la mía y que le debo unas cuantas, no muchas pero sí muy sabrosas y satisfactorias conquistas femeninas.

    El problema con los guitarristas es que la voz a secas es difícil de colocar. Cantar a capella, sin acompañamiento, viene a cuento rara vez, y tiende a quedar más bien desabrido y desairado. Se hace, pues, indispensable el acompañamiento de la guitarra, para que la voz, que sigue siendo la protagonista, pueda desplegar toda su efectividad. Y, claro, quien toca la guitarra suele cantar también, y además elige el tono, escancia el ritmo y se convierte en alguien notorio e indispensable. Es decir, en un incordio, a poco bien que cante. Ineludible, pero incordio. Si la chica en cuestión, encima, tiene buen oído y es capaz de apreciar segundas voces acertadas, acordes difíciles, punteos de lucimiento y rasgueos marchosos, quien como yo sólo canta está perdido. El guitarrista se lleva el gato al agua casi sin remedio -hay felices excepciones, una de las cuales originó mi matrimonio, pero vamos...-

    Conclusión: hay que aprender a tocar la guitarra y ser el propio guitarrista. Si ello no es posible, hay que hacerse acompañar de guitarristas mudos, antipáticos y feos. O casi mejor, se me ocurre ahora, homosexuales, y así pueden ser simpáticos y hacerte las segundas voces sin peligro, cada cual pescando en sus aguas.

    ResponderEliminar
  2. Jaaaaaaaaaaaa qué post.

    A eso de 'mojar de higos a brevas' lo llamo 'sexo frutal', y es el que practico últimamente...

    Azucena y Violeta me ponen, por lo que cuentas de ellas. Un buen castigo de despechados para aquellas que se te van con otro poeta cantarín y musiquero sería mandarles la tuna (lo peor del mundo a nivel sinfónico) para que les ronden unas cuantas madrugadas bajo el balcón. Qué horrible venganza.

    Yo he tenido siempre una voz nasal y de caña, Van, pero he conquistado a un buen número de ellas. Supongo que más que el tono lo que cuenta, lo que les interesa es lo que dices, y a veces incluso decirlo con una pizca de osadía, de controlada desvergüenza.

    Como he afirmado en otras ocasiones, tengo un oido regular y escasa cultura musical; pero aún así saqué adelante una conquista con una melómana acérrima que me ponía mucho en base a escribirle siempre cartas y notitas en papel pautado. Se tronchaba la tía. Sólo mojé varias veces porque tenía otro novio y tampoco era plan de comprometerse solo por mi cabezonería y mi reto.

    Las damas que nos lean también podrían opinar sobre poetas, guitarreros, el tamaño de sus miembros y lo que habrán hecho o dejado de hacer por estos mores.

    O aclararnos cómo se explica eso que se dice de que los hombres fornican tres veces más que las mujeres... ¿Con quién entonces, si no con mujeres?

    ResponderEliminar
  3. Es la historia del mundo, y si no se la lleva el guitarrista, se la lleva el que mejor juega al baloncesto o el que habla más de Jim Jarmusch (aunque en realidad no tenga puta idea de cine). Incluso al tierno Bryan Ferry le robó Jerry Hall el mismísmo Mick Jagger. Al parecer, en una rueda de prensa tras la salida de un disco de Roxy Music un periodista le tocó el tema a Ferry, y este se levantó y se fue después de decir: "estamos solos y no entendemos nada".

    ResponderEliminar
  4. Miroslav y Vanbrugh, tenéis razón los dos pues era la combinación guitarra y voz la que nos fascinaba a las chicas (supongo que hoy sigue el fenómeno), y si encima el tío llevaba melena larga, ¡ qué locura !

    C.C.

    ResponderEliminar
  5. Gracias por la dedicatoria.

    Por supuesto no estoy de acuerdo con la tésis de este post. Por el contrario,una y otra vez, mientras el guitarrista de marras se tenía que contentar con ese sucedaneo de caderas de madera que es ese instrumento de plañideras, mis manos estaban en las de verdad, de carne y hueso. Jamás un guitarrero, incluso un guitarrista me levantó una piba, jamás. Lo juro por el traste, por la cejilla, por lo que queráis.Lo juro por Ry Cooder, por Paco de Lucia y Al di Meola

    ResponderEliminar
  6. No hagáis caso a Lansky. Será cierto que en su tiempo tocaba a las chicas, pero por fuera (de la ropa)
    Cuando él era muchacho todo esto era campo.

    :)

    ResponderEliminar